La Revolución de Ayutla fue un movimiento insurgente originado en el departamento de Guerrero (actualmente, el estado del mismo nombre, al sur de México) en el año de 1854. La razón del levantamiento de los surianos fue la inconformidad con la dictadura de Antonio López de Santa Anna, que aprovechando la abolición de la constitución federal de 1824 gobernaba dictatorialmente con el título de Su Alteza Serenísima. La Revolución comprende tanto el conflicto armado propiamente dicho como las presidencias de Juan N. Álvarez e Ignacio Comonfort. Bajo la presidencia de este último fue promulgada la Constitución de 1857. El período concluye con la renuncia de Comonfort a la presidencia y el inicio de la Guerra de Reforma. Las inconformidades en contra de Santa Anna crecen por la venta de la mesilla y los liberales encabezados por Juan Álvarez y Florencio Villarreal dieron a conocer el plan de Ayutla. En el desconocían a Santa Anna como presidente, que se revisaran las acciones de este, que se eligiera un presidente provisional y que se creara el congreso constituyente de 1857 que aprobó la Constitución de 1857.
En realidad, la dictadura de Santa Anna no era nada nuevo. Tiempo atrás, durante la separación de Texas, se había autonombrado dictador de México. Sin embargo, en esta segunda oportunidad dictatorial llevó sus propias aspiraciones a un extremo peligroso. Lo de menos es que se hubiere nombrado Su Alteza Serenísima por la vía del decreto constitucional. Con el afán de obtener recursos financieros para su gobierno que se hallaba en la bancarrota, llegó a impulsar el cobro de un impuesto por el número de ventanas y puertas de las viviendas de la ciudad de México.
El gobierno de Santa Anna representaba para una buena parte de la población mexicana (los pobres, y desde luego, la protoburguesía liberal desplazada del poder con la dictadura santaannista). El descontento quedó reflejado en dichos, apodos y otros juegos de palabras, como esta adivinanza:
- "Santa Anna no es mujer,"
- Es Santa sin ser mujer,
- es rey, sin cetro real,
- es hombre, más no cabal,
- y sultán, al parecer.
[editar] La burguesía agraviada
Efectivamente, la vocación conservadora del gobierno de Santa Anna había favorecido a ciertos grupos de la aristocracia mexicana del siglo XIX. A su amparo, las posesiones de la Iglesia habían crecido escandalosamente. Otros problemas sobre la tenencia de la tierra era la existencia de corporaciones civiles (como las comunidades indígenas) que impedían la especulación con las bienes raíces, y por lo tanto, el proceso de acumulación capitalista. En aquélla época, como queda dicho, había un pequeño grupo de nuevos burgueses ilustrados que no veían con buenos ojos esta concentración de tierras en manos muertas.Además, la Iglesia también era una institución con gran poder político. Durante el tiempo de Santa Anna, pocas decisiones se tomaban sin tener en cuenta la opinión de la jerarquía eclesiástica. Además, quedaban otros resabios de la organización colonial, como las aduanas internas, que impedían la modernización del país, y virtualmente lo tenían fragmentado en pequeños feudos dominados por caciques locales.
Por si lo anterior fuera poco, Santa Anna había desterrado a varios liberales conspicuos, entre ellos a Melchor Ocampo (ex gobernador de Michoacán), Benito Juárez (ex gobernador de Oaxaca), Ponciano Arriaga y muchos más, que se refugiaron en los Estados Unidos. La experiencia del destierro llevó necesariamente a comparar el poderío económico de los vecinos del norte con la caótica situación de la República. Se dieron cuenta que la única manera de llevar a México por el camino del progreso (entendido bajo la divisa del dejar hacer), era derrocando a Santa Anna e instalar un gobierno afín a la ideología liberal.[1]
PLAN DE AYUTLA
El Plan de Ayutla
El 1 de marzo de 1854 fue pronunciado el Plan de Ayutla, en esa misma población del departamento de Guerrero. Lo promovían Florencio Villarreal, Juan N. Álvarez e Ignacio Comonfort. El primero había sido insurgente de la independencia de México, y el segundo era un coronel relativamente joven. El documento planteaba la necesidad de formar un frente nacional para derrocar al gobierno dictatorial de Santa Anna. Álvarez y Comonfort se pusieron al frente de una tropa de campesinos. Al plan se unieron Benito Juárez, Melchor Ocampo y otros liberales desterrados por Santa Anna, que radicaban en los Estados Unidos. Aunque no participaron directamente en la lucha armada, estos personajes habrían de decidir el rumbo político de la revolución.[2]El plan contemplaba la destitución de Santa Anna, el nombramiento de una presidencia interina de corte liberal (cuya responsabilidad quedaría en manos de Juan N. Álvarez), y la convocatoria a un Congreso Constituyente que redactara una nueva constitución para el país (dado que la de 1824 había sido abolida por Santa Anna, que en su lugar impuso las Siete Leyes, de orientación centralista).[3] Aunque no se trataba de un documento radical, fue capaz de ganarse cierto apoyo en el resto del país, y pronto, la guerra civil se extendería por buena parte de México. El Plan de Ayutla fue modificado en el puerto de Acapulco el 11 de marzo de 1854.
Comienza la guerra
Habida cuenta de los amagos levantiscos en el departamento de Guerrero, encabezados por Comonfort y Álvarez, Santa Anna intentó reprimir rápidamente la insurrección de los pintos (como eran llamados peyorativamente los guerrerenses, a causa del mal de pinto, endémico de la región). Por ello decretó la pena de muerte para quienes poseyeran un ejemplar del Plan de Ayutla y no lo quisieran entregar a las tropas del gobierno. De igual manera, impuso la leva (enlistamiento forzado en el ejército), y aumentó el presupuesto del gobierno central, de 6 a 17 millones de pesos. Para recaudar los fondos, elevó nuevamente los impuestos y reinstaló las alcabalas (aduanas interiores).
Acto seguido, Santa Anna se puso al frente de una fuerza de seis mil hombres. Llegó a Acapulco, centro de la insurrección, el 19 de abril de 1854. El Ejército Restaurador de la Libertad, organizado por Comonfort, encabezado por Álvarez, se había pertrechado en la fortaleza de San Diego.[3] Los quinientos soldados del Ejército Restaurador resistieron los embates de Santa Anna con éxito. La tropa del dictador había sido sensiblemente disminuida, ya por la deserción de sus soldados, por las enfermedades tropicales o por las bajas en la guerra. Finalmente, Santa Anna decidió levantar el sitio, y regresó a la capital. En el camino de Acapulco a México, redujo a escombros a muchas poblaciones y haciendas que habían apoyado el Plan de Ayutla.[5]
El Plan de Ayutla fue proclamado rápidamente en otras partes del territorio nacional. El primer departamento en sumarse a la revolución fue Michoacán, gobernado por Epitacio Huerta. A mediados de 1854, el Plan había sido pronunciado en Tamaulipas, San Luis Potosí, Jalisco, México y Guanajuato (apoyado en este último departamento por el gobernador Manuel Doblado). Los insurgentes capitalizaban no sólo el descontento de la naciente burguesía, sino el de las masas populares en condiciones de miseria que cargaban con el fardo de los impuestos decretados por Santa Anna. Por el norte, los liberales en el destierro también atizaban la rebelión.[6]
Para contener la ola rebelde, el dictador apeló al terrorismo de Estado. Decretó la ocupación de las propiedades de los rebeldes, declarados o sospechosos, empezando por las fincas de Álvarez. Asimismo, dispuso que toda población que brindara su apoyo a la insurgencia sería saqueado e incendiado. Los civiles que estuviran en posesión de armamento fueron condenados a pena de muerte. El espionaje se hizo más intenso y los destierros fueron cada vez más comunes.
«Toda aquella persona á quien se probare que ha divulgado noticias falsas ó alarmantes, sea cual fuere la clase á que pertenezca, será reducida á prisión, considerada como conspiradora, y por esto juzgada con arreglo á la ley de 1° de Agosto de 1853. El que se ocupare censurar los actos del Supremo Gobierno ó los de alguna de las demás autoridades de la nación, será reducido á prisión, y juzgado y sentenciado como faccioso. Incurrirá en la pena de doscientos pesos de multa, ó en la de dos meses de prisión, todo aquel que no denunciare á los que se ocupan en suponer descalabros que sufren las tropas de gobierno, ó en aplaudir ó ensalzar la revolución».
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